Han pasado los meses y sigo sentado en el mismo sitio, en esta zona cero llena de vacíos a la que llamo hogar.
Voy avanzando, subiendo hacia tu pecho que es solo retroceder al futuro que viene y que tan claro como el agua turbia está.
Siempre quise estar ahí y llamar dicha a los oscuros abrazos que iban apagándome. Dicha, a lo que derrumbamos sin golpes y a deshoras, siempre tarde.
Y al final, a la vuelta de la esquina solo estoy yo, esperándome a mí mismo, para girar la cara a mi conciencia cuando me salude y vuelva para hacer las paces, llega tarde, porque solo quiero vivir sin tenerla.
Ya respondí a las preguntas trampa que dejaste encima de esta mesa de aire antes de irte y pegar el portazo que dio el pistoletazo de salida a este oasis al que estoy llamando “mi vida”.
Para terminar solo quise mudarme pero me dejé los muebles de mi cabeza en un trastero al que llamo corazón, aquí estoy, como siempre el corazón pudo más que la cabeza.
Con razón y corazón, no son compatibles.
Y así estoy.
A la vuelta de la esquina.