Por Suerte existen personas que entran sin llamar a tu vida. Entran y no la cambian, ni siquiera a ti, pero justo desde ese momento ya no serás el mismo y tú eres el último en enterarse.
Sin querer, marcándote, dejando huella. Esa huella que no quieres que las olas borren. Sin tocarte, como si fuese magia o una maldión.
Y ya que hablamos de olas… ¿quién puede controlarlas? Juezas de lo que se queda y de lo que no, sin tener nada en cuenta.
Huella y ola al mismo tiempo. Perfección. El poder de decidir a quién quieres marcar y en quién quedarte.
Ven y llévate.
A la vuelta de la esquina.